miércoles, 28 de diciembre de 2011

El año de los ríos


Voy a dejar migajas de la mesa a mi cama para que me encuentres si me buscas… Te estaré esperando con canciones que grabé en el agua.


Tarde o temprano escucharás, y volverás a ese año que he nombrado como “el año de los ríos”, porque pasamos los días muy cerca del agua, casi como peces.

Si te pierdes, cierra los ojos y escucha.


Nunca estamos demasiado lejos.

viernes, 4 de noviembre de 2011



Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.

(Pedro Salinas)

jueves, 6 de octubre de 2011

Somos nómadas

Somos nómadas. Tú y yo. Nuestra casa ha sido siempre el camino. Ambos nacimos en una transición, ninguna de nuestras ciudades fue siempre nuestra. Recuerda, Pierrot, los caminos son sabios. En ellos transitamos dejando ofrendas a la muerte que abre nuevos riscos frente a nosotros. Somos sabios y viejos en el universo. El aire nos levanta y nos vuelve de plumas como las garzas que no pisan dos veces la misma arena.


(Video hecho por mis amigos de Nomadelia)

jueves, 15 de septiembre de 2011

Pregunta más allá

A Pierrot, mon fou

¿Por qué pregunto dónde estás,

si no estoy ciego.
si tú no estás ausente?
Si te veo
ir y venir,
a ti, a tu cuerpo alto
que se termina en voz,
como en humo la llama,
en el aire, impalpable.

Y te pregunto, sí,
y te pregunto de qué eres,
de quién;
y abres los brazos
y me enseñas
la alta imagen de ti
y me dices que mía.
Y te pregunto, siempre.

(Pedro Salinas)

viernes, 26 de agosto de 2011

Mundos de ciencia ficción



Me dijo: Corre
Este lugar está en ruinas.
Los techos se caen al piso
sin ninguna estructura.
Las puertas lloran con sus maderas ajadas
y por las noches el cementerio canta
con las voces de mis muertos.
Corre
Este lugar se desmorona.
Los árboles caen a pedazos,
el río llora desbordando peces negros
y yo no puedo darme vida.

Quizás te busque cuando mi alma vuelva,
viene bajando con el río.


lunes, 25 de julio de 2011

A Francisco


Suave como el peligro atravesaste un día
con tu mano imposible la frágil medianoche
y tu mano valía mi vida, y muchas vidas
y tus labios casi mudos decían lo que era el pensamiento.
Pasé una noche a ti pegado como a un árbol de vida
porque eras suave como el peligro,
como el peligro de vivir de nuevo.

Leopoldo María Panero
"Last night together" 1980

jueves, 21 de julio de 2011

Lúgubre


And then again, lets pretend.

Quise saber qué sucedió ese día de agosto
-Que aun no sé si era el dos o el tres-
Pero sé que fue en los primeros días,
De ese mes que siempre huele a muerte.

Sería fácil preguntar la fecha
Volver concretas esas horas y el misterio
Arrebatarle la magia fascinante a la guadaña
Que sesga la memoria y los recuerdos.

Pero no quiero preguntar.
Es imprudente remover el agua,
Una falta de respeto convertir en realidad
Aquella muerte idealizada.

Es así que ese día es bruma en los ojos del tiempo,
Como si no recordando pudiéramos fingir que no pasó.
Un secreto a voces que musita desde el alma,
Que levanta marejadas con cada luna llena.

Es mi madre la que de a ratos debe soportar mis dudas,
Como ayer que quise saber qué sucedió ese día de agosto,
Pero ella tampoco lo recuerda.
Abuela, hermana, madre, ninguna sabe qué pasó.

En el fondo de su memoria vuelve una imagen:
Un féretro pequeño en un panteón
Dos niñas pequeñas envueltas en vestidos blancos
Mudas, curiosas, ante un cajón que no se decidía dejar abierto.

Pero nadie más tiene ese recuerdo,
Pudo bien haber pasado o ser criatura del imaginario de mi madre
Una búsqueda por llenar la memoria ante el vacío
Mejor almidonar la escena, reconstruir el teatro de la vida.

Ha dicho que seguirá indagando,
Pero yo sé bien que no lo hará, y si lo hiciera,
dialogaría con otras mentes en blanco,
enojadas por haber desatado a los lobos en la noche.

Yo le digo que sí, que investigue.
Pero yo misma sé, muy en el fondo de mi búsqueda,
Que prefiero no tentar a los fantasmas,
Que prefiero no llamar a la muerte por su nombre.

lunes, 18 de julio de 2011



De la mañana se cuela un hilo de viento sur por la rendija de la puerta.
Es domingo y todo, salvo los peces del río, se mantiene latente,
un equilibrio frágil de los cuerpos que saben, que al moverse,
perderán el calor de las sábanas y serán arrojados al invierno.

Todo busca permanecer, sin cambio y agitación, a través de los años,
uno no se da cuenta que en el intento por perdurar,
un beso se diseca como el polvo de los huesos,
y el cuerpo comienza a morir por falta de fe.

Si la puerta no se abre las paredes se humedecen y la ropa tiene ese sabor a viejo,
a ropero cerrado, a viento estacionado.
Hace falta que el sur entre por la puerta a crear estalacmitas,
a formar laberintos de hielo,
a traer la muerte,
a disolver el miedo.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cambios

Estos días ha vuelto la nostalgia, esa que se asomaba en los días de lluvia cuando me quedaba dormida viendo como resbalaban las gotas por la ventana. Esos días que presagiaban una partida hacia alguna parte. Un destierro. Una despedida. Una muerte. Un bardo entre un lugar y otro, como estar en medio del océano en un día sin mucho viento que no lleva hacia ninguna parte. Un paréntesis silencioso entre tierra y tierra.

Estos días tendré que comenzar a desempolvar todo, no son muchos años acumulados en esta pequeña casa que hoy habito, pero soy muy dada a los apegos. Quiero ese pequeño rincón con esa planta que conservo desde los 15 años y a la cuál nombre Cosme. Quiero esa cocina en la que aprendí a hacer mermelada y en la que cocinamos pizzas para tantos amigos. Quiero ese cojín de barcos que hizo una amiga con sus propias manos. Quiero este rincón en el que escribo con esas polaroid en la pared, esas postales, esa hada que me siguió desde la Patagonia y un dibujo de nieve.

Me asustan los movimientos, observo con recelo los cambios, no vaya ser que alguien mueva demasiado los objetos y ya no reconozca dónde está mi hogar. Hoy suena a que no se encuentra en ninguna parte, que ha dejado de ser el jardín de casa de mis padres y que tampoco es esta pequeña casa con su piso de madera. Soy un montón de recuerdos, cajas y objetos que se han olvidado entre una mudanza y otra, como pequeñas piezas de mí que van quedando rezagadas.

Hoy empieza la mudanza y habré de cambiar de una estación a otra, pasar de la primavera al invierno, saltándome el verano y el otoño para llegar a un invierno en un país quizás demasiado lejano y a la vez presente todo el tiempo. Llegaré al frío húmedo de esas tierras e intentaré colarme con el viento, tratando de hacer mío un espacio al que quizás pueda llamar “casa”, aunque sólo dure un momento.

lunes, 2 de mayo de 2011

Dejad que los buitres se acerquen a mí


A Alejandra Pizarnik, desde el sueño.

Dejad que los buitres se acerquen a mí
Que con sus bocas feroces traspasen lo poco que de mí queda
Esta muerta mía (última sobreviviente)
comprende que nació para alimentar a los lobos en noches silentes de hambruna
que su vida fue un pretexto absurdo de entregar la piel
para que otros la habitaran
incluso, la muerte,
que se disfrazó en su cuerpo y vio a través de los ojos de la vida
lo que significa la ausencia
lo que significa la niebla
lo que significa el miedo cuando los buitres han visto sus piernas
y comienzan a volar en círculos formando halos temibles
como coronas de espinas en el cielo
esperando
esperando
esperando
el primer error
el primer deseo de matar
el primer asesinato
la primera culpa
la primera de mis muertes
Alas negras, perversas
Plumas negras, bellísimas
Comiendo lo último de mí
Los despojos del sueño los gusanos de la carne
La muerte la no vida
Alguna vez renaceré y la muerte ya no me habitará dentro
Alguna vez volveré a ser.

miércoles, 20 de abril de 2011

Viajes portátiles


Caminos casi infinitos de desierto y cables de luz. Dicen que no existen esos viajes, minúsculos y misteriosos. Pero yo sé que sí, y además se doblan como camisas recién almidonadas, se guardan como folders, uno encima del otro para no alterar el orden espacial del tiempo. No hay nada como adentrarse en esos escondrijos de un viaje portátil, de viajar a lagos salados y regresar mojado con el sabor de mar en la boca. No hay nada como cerrar los ojos y al abrirlos, tener la certeza de que se subió a la copa más alta de los baobabs; transformarse en murciélago o en el perico que descifra el alfabeto de Adán Cadmón, repitiendo sílaba por sílaba la eternidad. En esos viajes no hay diferencia palpable entre ser un cazador de sueños o el gato con sombrero de puntos más feo ya que la materia se funde tan sutilmente al objeto contiguo que es difícil determinar dónde comienza uno y dónde termina el otro.
Los viajes portátiles en tiempo humano parecería que duran un segundo, pero eso nadie lo sabe, porque tienen la cualidad de deslizarse por un túnel circular que puede atravesar siglos sin perturbar a nadie. Entonces los ojos engañan, porque creen ver aquello que retiene la memoria y su soberbia les impide ver que ya no está. Por eso yo no creo en los ojos. Ni en el cuerpo. Ni en el tiempo. Prefiero esos viajes portátiles que engañan a los pájaros escapando entre sus aleteos.

miércoles, 13 de abril de 2011





No es precisamente aquí donde la vida se coló en la maceta. No es precisamente este lugar en el que crece el maíz justamente, donde a los lugares sagrados se les tiene respeto porque su valor es mucho más profundo que el interior de una mina. Este lugar está plagado de muerte. Este lugar está gritando con las voces de sus desaparecidos, pero nadie los escucha. Hace mucho que dejó de verse y de hacerse justicia, de qué otro modo se explica el destierro de comunidades enteras y su refugio en cuevas porque el poder con armas ha tomado sus sitios, sus hogares, sus raíces. Hace mucho que en este rincón del mundo se perdió la cordura, vivimos en la risa de unos pocos para los que la vida es desechable, al igual que el arraigo, el origen y el amor. Un pájaro negro volando sobre un cielo anochecido, una escopeta blandiendo el silencio, un futuro desesperanzado y cansado de esconderse en el miedo. El encierro producto del terror, un estado de sitio, una condena oculta, una infinita impotencia por querer salvar esta tierra, ese cerro del Quemado, esas ciudades del norte y de la costa, este país que no merece ir muriendo con nosotros de uno en uno en fosas que nadie supo quién cavó. No es precisamente aquí donde crece la vida, pero aun así se aferra, como una flor que persiste y busca su salida entre las piedras.

Feeling from mountain and water



Cielo claro
Por el camino que vine
Vuelvo
(Gitoku)

sábado, 19 de febrero de 2011

"Hijo de hombre", Roa Bastos

Viejo vicio, este de la escritura. Círculo vicioso que se vuelve virtuoso cuando se cierra hacia afuera. Una manera de huir del no-lugar hacia el espacio estable de los signos; una manera de buscar el lugar que se llevó nuestro lugar a otro lugar. ¿Y no es éste acaso el verdadero sentido de lo utópico? La utopía del Hijo Pródigo regresando al hogar que ya no existe; la de los desterrados, exiliados y confinados que ansían volver al sitio de donde fueron arrancados y saben que aunque retornen a ese lugar ya no será jamás el suyo. El hombre mismo es, pues, la utopía perfecta. Para escapar de ella se hacen viajes, está uno siempre yéndose hacia cualquier parte, huyendo hacia atrás o hacia adelante, cada vez más lejos.




Exiliado por orden del dictador Stroessner, Augusto Roa Bastos camina hacia el puesto fronterizo de Clorinda el 1 de mayo de 1982

domingo, 6 de febrero de 2011

Tres momentos sobre la cuerda floja





I.
La vida contigo es una vida en tensión, una vida de funámbulo.


II.
La joven era funámbula y su vida seguía una sola línea. Recta.


III.
En la nieve, todo hombre puede creerse funámbulo.
En realidad, lo más difícil es convertirse en funámbulo de la palabra.



(Los fragmentos II y III son tomados del libro blanco de Maxence Fermine, llamado Nieve, el fragmento I es de un discurso de Pierrot y, por tanto, la inspiración a este pasaje).

miércoles, 2 de febrero de 2011

Lecciones de piano


La lección de piano, Henri Matisse

Detrás de la puerta, sus dedos se mueven sobre las pequeñas teclas blancas como gotas de arena cayendo una a una sobre el teclado. Sus dedos se mezclan con una armonía que me recuerda a la infancia de mi padre, con su cine de provincia y la lata de sardinas de los sábados o días festivos. Mis manos tocan la madera de la puerta que me separa de ella, la imagino goteando su soledad sobre esas notas sin tiempo, mientras espera que los niños vuelvan de la escuela, corriendo por delante de ese esposo que quizás dejó de darle flores los domingos. Pego mi oreja a la puerta y me llegan hilos entramados de una historia de olvidos y partidas, que en sus silencios intermedios permanecen y alargan el transcurrir de un momento que se ha escapado de las manos, hace mucho tiempo, como el estambre que se deja caer para volver al principio de la partitura, para no perderse entre las notas negras que repiquetean tan veloz que uno cree que al verlas, ya han desaparecido, y, así, sus dedos corren detrás de los sonidos como buscando asir aquello que perdió un día que se le fue, tan frágil como el cambio de una estación a otra, una hoja sostenida en el aire, deshaciéndose, evaporándose de la música que la contenía en sus tonos graves. Ese tono de olor cálido de mar, que me recuerda a la infancia, como un sabor salado que no viví, o que toqué a través de los ojos de mi padre: la caza de iguanas, la soledad de los libros, la historia de cuando dejó de ser niño y esa otra en la que no dejó de serlo nunca. Cuánto de él hay armonizado en mí, en acordes mayores que se entumen para volverse un susurro que se asusta de encontrarse en el mismo sitio. Esa música de vibraciones disonantes de tambor, de voz guardada en el fondo del mar, como los cantos de un barco que naufraga o como las notas de una historia que a través de una madera húmeda me volvieron viento, cuerdas y, después, silencio.

martes, 25 de enero de 2011

Reconstrucción



- Mr. Hemingway, what is the best early training for a writer?
- An unhappy childhood.


En una caja de zapatos cabrían todas mis memorias. Aquellas aplanadas como hojas de árbol seco y casi transparente. Memorias que se hicieron delgadas y finas como pequeñas navajas, de esas que pican y duelen con su fina punta. Mis memorias también son redondas como puercoespines de colores, con sus espinas minúsculas e incontables protegiendo su interior como si fuera una perla, venida desde el mar, y evuelta en algas lechosas. Mis memorias se guardan en la caja, se incuban, se enfrían, se calientan, se entibian y quizás un buen día de luna salen a la superficie a respirar. Mis memorias son tríangulos, son vértices, son flechas, son dardos que acaricio con plumas de cuervo, negras y firmes, para que no se escapen en un tronido de escopeta. A mis memorias las asusta el ruido, la violencia, la oscuridad, salen corriendo al primer aviso de guerra y me dejan envuelta en una nube confusa. A mis memorias yo las necesito para volver a la madriguera del principio, al ombligo del primer grito incomprendido, al primer deseo de destrucción con su primera culpa. A mis memorias yo las necesito para pegar hojas verdes a mis sueños, para oler a tierra húmeda en el vientre de mi origen, necesito entrar a esa caja y recorrer todas sus esquinas con callejones desiertos y farolas tintineantes. Necesito la oscuridad de sus ruinas para reconstruir la historia, y el principio.



jueves, 20 de enero de 2011

Tú no me has dado nombre de pájaro




Tú no me has dado nombre de pájaro, quizás nunca me viste volando.
Más bien tocaste mi cuerpo y sentiste la tierra en mis piernas.
Entre tus dedos se coló mi locura, pero la advertiste terrestre y
volteaste hacia el cielo en busca de tu garza mora inexistente.
Tú no me diste nombre de pájaro y entre nosotros batió sus alas la distancia.
Entre una naturaleza y otra nos volvimos polvo, fragmentos de nosotros mismos
que intentamos soplar al mismo lado, pero polvo al fin, y muerte en la tierra.
Tú no me diste nombre de pájaro, pero mientras dormías mis plumas
se mojaban en la luna dejando ser en el silencio aquella que en un amanecer es ave.
Tú no me diste nombre de pájaro.
Tú no supiste mi nombre, nunca.

jueves, 13 de enero de 2011

Estamos de fiesta




"... there’s a kind of faith, I guess, that you have to have either in
yourself or in the process that something good will come from filling blank pages."
(Jonathan Safran Foer)

Ya me enfrenté una vez a querer escribir una novela. Esa vez el principio salió de mis manos como si los personajes hubieran estado esperando a nacer. Me acuerdo de Narval Ocenis, un viejo loco que me recordaba a mi abuelo, todo comenzaba con su muerte y un funeral. Su nieta era Muselina, la protagonista, la funámbula. Tres capítulos y de pronto, me quedé en blanco, las voces de estos seres que habían comenzado a existir de pronto se callaron. Como en ese momento escribía para la clase de Novela de la SOGEM, tuve que reunir 80 cuartillas para terminar el curso, y lo hice, pero siempre sentí que sólo los tres primeros capítulos pertenecían a la historia que yo quería contar. Ahí se quedaron, y Muselina aun pende de la cuerda. Quizás algún día la termine.
Ahora me aventuro en otra historia, una que comienza con un barco y el exilio. El personaje principal se llama Romina. Su voz es apenas un hilo suave que me esfuerzo en escuchar. Me viene esa angustia de no atender aquello que está por existir: un nacimiento que está subordinado a mí y a mis ganas de que no me gane el miedo.
Hoy escribí los dos primeros párrafos de la novela. Y siento que yo y todos mis personajes estamos de fiesta.

domingo, 9 de enero de 2011

Domingo


(Foto de Facundo Torrieri)


contra la claridad, está latiendo/ el ansia de soñar que no nacimos/ el afán de tardarnos en vivir (Pedro Salinas)


En esta noche de domingo, la calle se silencia, calla. En esta transición hacia lo oscuro, el viento ha aumentado en su sacudir monótono y estable. Debajo de la farola alguien pasa, camina mirándose los pies como si en ellos encontrara el ritmo de su vida- hay una certeza hiriente que se sabe expuesta, el inequívoco peligro de volverse polvo- como si en no detenerse nunca, pudiera retrasarse la existencia. Hay en el aire un silencio sordo, que aparece sólo los domingos, la ciudad calla, y el tránsito de pensamientos también. Pero, dentro, el corazón despierta y se sabe lava y se mueve como el fuego que comenzó siendo una chispa, y entonces se calienta el cuerpo, y un nudo de duda se atora en la voz, como si no se conociera la emoción desbordada, como si se sorprendiera, si quiera, de sentir. ¿Es esto la vida? se pregunta y se desplaza a la ventana, debajo de la farola alguien pasa y camina mirándose los pies.

miércoles, 5 de enero de 2011

Pierrot, mon fou.




Pierrot sale de la cama a las seis treinta. Pierrot es un hombre de rituales. Sé que calienta el agua a cierta temperatura y que tiene un modo sabio de conocer las burbujas antes de comenzar su ebullición; puede encontrarse fuera de la cocina y sólo escuchándola, saber cuándo está en su punto, entonces Pierrot regresa, apaga el fuego y vierte el agua en el mismo termo que conserva hace un par de años. Pierrot bebe un té tras otro y no desayuna, así se acostumbró su cuerpo. A Pierrot le gusta que yo no esté levantada para poder estar a solas escuchando en volumen bajo la radio de algún pueblo lejano con sonidos de acordeón. A las siete y media no se oye ningún ruido, todo es silencio y calma, sólo allá lejano se escucha que viene bajando un hilito de agua que va creciendo grande, hasta volverse un río caudaloso, y es que lo sé, es Pierrot riéndose solo.

martes, 4 de enero de 2011

"Voyereando"


(Foto de Facundo Torrieri)

I wouldn´t want to live with a novelist. Writers are highly voyeuristic and indiscreet. (Philip Roth)


Se me quitará, quizás, la manía de buscar en las espaldas de los otros las historias que entreveo en sus esqueletos serpentinos. Espaldas con columnas desviadas, dolores desviados, sin estructura. Se me quitará la manía de escudriñar ojos ajenos buscando su historia más triste, aquella que guardan en el cajón más secreto del ropero. Se me quitará la manía de sentarme a la mesa, como un personaje invisible, a mirar pasar la vida cotidiana de los otros, buscando, quizás, que no sea mi plato el que se rompe, que no sea su puño el que reviente; que a través de suspiros rotos y memorias doloridas, cruce una llama de mesa a mesa a recordarme que, en esencia, estamos hechos de lo mismo.

Simone Alalúz.

lunes, 3 de enero de 2011

Tempo

The great wisdom for writers, perhaps for everybody, is to come to understand to be at one with their own tempo. (Alan Hollinghurst)

Según Wikipedia: tempo (en plural, tempi), movimiento o aire es la velocidad con que debe ejecutarse una pieza de música.

Encontrar el tempo, la rítmica propia de la respiración. La cadencia para ordenar el sueño, el contrapunto para meter la locura en un puré de papa. El ritmo propio para zapatear sobre el techo del vecino, para llorar ahogando en la almohada un dolor de muelas; el silencio para mirar el techo y pensar en la muerte o el año que empieza, el ritmo propio para no hacer nada, para simplemente estar, sin resistencias.

Encontrar el tempo, y volverse uno con él, bailando.

domingo, 2 de enero de 2011

Once copos

Dicen que es imposible recordarlo, pero yo lo recuerdo todo.
Recuerdo lo negro, la oscuridad, el desprendimiento y el frío.
Recuerdo la ventana y los copos blancos cayendo, primero suavemente,
después, con más furia y violencia.
Era un día de enero,
era una tormenta de nieve.
Balanceándome en esa gravitación de agua congelada, nací, en una ciudad llamada Salt Lake City, ciudad del gran lago salado. Un lago de sal, un nacimiento no esperado en un lugar lejano, casi un destierro.
Digo mi nacimiento porque creo que el lugar y sus condiciones, marcan indefectiblemente la vida de las personas, el curso que la tinta seguirá en el papel. Y digo mi lugar de nacimiento como daría vida a un personaje, eligiendo su origen y destino para que los que encuentren interesante leer estos pasajes, tengan la referencia blanca y violenta de mi origen.
No sé qué escribir, ni por qué a alguien le tendría que interesar leerme. Simplemente escribo, como muchos han dicho, por el simple hecho de que no puedo no hacerlo. Porque desde mi rareza de sal, crecí como la isla de un país, cuyo barco a tierra eran el drama y la poesía.
Eso, no más. Simplemente creo que cada uno tiene una naturaleza; la mía es quizás un silencio cabreado y el exilio. Yo le echo la culpa a la nieve, y a esa tormenta de media noche que eclipso mi grito primero.
Pero ese fue sólo el principio...