miércoles, 2 de febrero de 2011

Lecciones de piano


La lección de piano, Henri Matisse

Detrás de la puerta, sus dedos se mueven sobre las pequeñas teclas blancas como gotas de arena cayendo una a una sobre el teclado. Sus dedos se mezclan con una armonía que me recuerda a la infancia de mi padre, con su cine de provincia y la lata de sardinas de los sábados o días festivos. Mis manos tocan la madera de la puerta que me separa de ella, la imagino goteando su soledad sobre esas notas sin tiempo, mientras espera que los niños vuelvan de la escuela, corriendo por delante de ese esposo que quizás dejó de darle flores los domingos. Pego mi oreja a la puerta y me llegan hilos entramados de una historia de olvidos y partidas, que en sus silencios intermedios permanecen y alargan el transcurrir de un momento que se ha escapado de las manos, hace mucho tiempo, como el estambre que se deja caer para volver al principio de la partitura, para no perderse entre las notas negras que repiquetean tan veloz que uno cree que al verlas, ya han desaparecido, y, así, sus dedos corren detrás de los sonidos como buscando asir aquello que perdió un día que se le fue, tan frágil como el cambio de una estación a otra, una hoja sostenida en el aire, deshaciéndose, evaporándose de la música que la contenía en sus tonos graves. Ese tono de olor cálido de mar, que me recuerda a la infancia, como un sabor salado que no viví, o que toqué a través de los ojos de mi padre: la caza de iguanas, la soledad de los libros, la historia de cuando dejó de ser niño y esa otra en la que no dejó de serlo nunca. Cuánto de él hay armonizado en mí, en acordes mayores que se entumen para volverse un susurro que se asusta de encontrarse en el mismo sitio. Esa música de vibraciones disonantes de tambor, de voz guardada en el fondo del mar, como los cantos de un barco que naufraga o como las notas de una historia que a través de una madera húmeda me volvieron viento, cuerdas y, después, silencio.

2 comentarios:

  1. Emoción, saltando de aquí allá, en las burbujas de mis ojos. Muy precioso, y bien maravilloso, China.

    ResponderEliminar

Buzón