miércoles, 25 de enero de 2012

El pez que fui



Tarde infinita y el cielo su reflejo

deseo de aflojar la impermanencia

quitarme escamas de los brazos como el pez que fui alguna vez.

Día tras día que viví y no recuerdo, pero intuyo.

Intuyo el agua, y la caída del agua montaña abajo sobre el río.

El café gotea y cae sobre la mesa,

segundo a segundo se vacía el día,

profundiza un agujero en el reloj de pared viejo.

Estoy aquí.

Mañana no estaré.

Quizás en otra vida no recuerde pero intuya cuando me encuentre

un olor parecido, un piso de cuadros, esta mesa de madera.

Quizás un día recuerde que era mujer y que dormía con la luna,

que el tiempo fue corto

que bebí suficiente.

La tarde es infinita.

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