domingo, 8 de julio de 2012


A mi amigo Homero


El silencio es producto del horror.
Y la muerte,
aquello que detiene la realidad,
que disuelve el grano de existencia que se antoja infinita,
sin recortes, sin pausas, sin puntos finales.

Por eso acontece que,
cuando un poeta se sumerge en un intersticio de la no-vida,
–donde su mente habita desde ya varias semanas–
en un eclipse en el que no se sabe si acabará ganando el sol,
entonces,
el terror deviene silencio,
enmudecimiento de la carne
que decide asirse a la vida,
congelar la sangre,
prolongar el tiempo
–como si algo de esto fuese posible–.

Sucede, que la verdad, a veces
–o quizás siempre–, es dolorosa
porque vuelve polvo los sabores cotidianos,
porque el amor se transforma en corazón viscoso
que se afianza a las piedras
–con garras más que manos–
que atormentadas buscan
no despegarse de la realidad.

Pero, la verdad,
también es liberadora.
Porque desprende los huesos de la tierra
porque puede convertir en espacio
al vasto miedo,
porque nos muestra el infinito de la no-materia.

No lo niego,
enfrentarse a la muerte es doloroso,
afrontar que la mente de un poeta esté oculta tras la luna,
es doloroso.
Siquiera imaginar que de su boca ya no salgan versos,
eso es doloroso.

Pero entonces,
existe la posibilidad de releer los poemas que ha dejado,
encontrarlo vivo entre imágenes
que solo ese ser era capaz de componer,
de recrear, de transmitir,
un poder creativo de nombrar
de nuevo al mundo:
puro, limpio, original.

Así se le recuerda siempre a un poeta
a través de sus palabras,
esos pedacitos de infinito que nos vuelven libres,
a él,
a nosotros,
a todos. 

2 comentarios:

  1. Nombrar,
    y más allá de la luna.
    Sentía que nuestras relaciones
    están siempre atemperadas
    por la intermitencia...

    Más allá de la luna,
    de nuestra propia luna,
    las relaciones se vuelven infinitas
    porque ya no están atemperadas
    por la presencia...

    La forma del poeta,
    como en el mate amargo,
    se vuelve pleno sol,
    renacimiento,
    pequeño sorbito

    Y por la tarde ese sabor es río
    remanso casi mudo,
    largas marejadas del alma,
    que existe más que nunca
    por la inmediatez del ser.

    ResponderEliminar

Buzón