Salvar el día. Rescatarlo de que se enrede en esos hilos
que tienden los abismos. Con esas puertas diminutas que llevan a otras más
pequeñas en donde ya nada se encuentra. Escribir para salvar el día, para que
la sucesión de palabras le dé sentido a la mañana, al miedo de no escribir
detrás de la ventana que mira al bosque y a sus sombras.
Horas largas entre las hojas.
Callar no es lo mismo que el silencio. Entre mi boca
cerrada y el espacio hay un grito de por medio, una llama. Algo que se calcina
a nuestra vista, algo que se revienta y pide ser nombrado.
Escribir.
Escribir.
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Buzón