lunes, 2 de septiembre de 2013

Lo que no es ficción

El día del pan, Sergei Dvortsevoy

Observar la vida detrás de una lente, no intervenir. Mirarla transcurrir a través de un espacio que adquiere significación a través del tiempo, cuadro por cuadro: la construcción de una historia manipulada en el ojo del realizador.

El sujeto, allá, el retratado, carga el peso de la realidad en la mesa de la cocina, en el jitomate que corta, en la lata que no puede abrir con sus manos ajadas. A la mujer no se le olvidará su vida por más que la película se borre.

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Dice Tarkovski: “El hombre está dotado de una memoria que siembra en él la insatisfacción. La memoria nos hace vulnerables y nos deja expuestos al dolor.”

En ella la memoria es una cinta que se repite una y otra vez hasta en el sueño. Nosotros somos la cámara que graba las imágenes que la torturan.

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La mujer, cuando habla, lo hace desde el pasado. Sus acciones son presentes, sus manos moldean la masa de maíz, pero de su boca el material que sale es el recuerdo.

“En un sentido, el pasado es más real, por lo menos más estable, más resistente que el presente. El presente adquiere únicamente peso material a través del recuerdo.”

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El documental se vuelve una cuestión moral, hasta qué punto el realizador debe mantenerse al margen de sus personajes, dejar que el pasado camine por el cuadro sin intervenir. Por esta misma razón Sergei Dvortsevoy dio un paso hacia la ficción:

“Yo amo la realidad, pero para mí es muy doloroso hacer documentales”.

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Quizás la respuesta está en la función del arte de Tarkovski, lograr el vínculo entre la obra y el espectador, y que éste experimente un golpe purificador y sublime, ese momento en el que nos reconocemos y nos descubrimos: la mujer, su familia, la comunidad, nosotros, ellos:


“¿Y qué son los momentos de iluminación sino la verdad percibida momentáneamente?”


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