lunes, 25 de julio de 2011

A Francisco


Suave como el peligro atravesaste un día
con tu mano imposible la frágil medianoche
y tu mano valía mi vida, y muchas vidas
y tus labios casi mudos decían lo que era el pensamiento.
Pasé una noche a ti pegado como a un árbol de vida
porque eras suave como el peligro,
como el peligro de vivir de nuevo.

Leopoldo María Panero
"Last night together" 1980

jueves, 21 de julio de 2011

Lúgubre


And then again, lets pretend.

Quise saber qué sucedió ese día de agosto
-Que aun no sé si era el dos o el tres-
Pero sé que fue en los primeros días,
De ese mes que siempre huele a muerte.

Sería fácil preguntar la fecha
Volver concretas esas horas y el misterio
Arrebatarle la magia fascinante a la guadaña
Que sesga la memoria y los recuerdos.

Pero no quiero preguntar.
Es imprudente remover el agua,
Una falta de respeto convertir en realidad
Aquella muerte idealizada.

Es así que ese día es bruma en los ojos del tiempo,
Como si no recordando pudiéramos fingir que no pasó.
Un secreto a voces que musita desde el alma,
Que levanta marejadas con cada luna llena.

Es mi madre la que de a ratos debe soportar mis dudas,
Como ayer que quise saber qué sucedió ese día de agosto,
Pero ella tampoco lo recuerda.
Abuela, hermana, madre, ninguna sabe qué pasó.

En el fondo de su memoria vuelve una imagen:
Un féretro pequeño en un panteón
Dos niñas pequeñas envueltas en vestidos blancos
Mudas, curiosas, ante un cajón que no se decidía dejar abierto.

Pero nadie más tiene ese recuerdo,
Pudo bien haber pasado o ser criatura del imaginario de mi madre
Una búsqueda por llenar la memoria ante el vacío
Mejor almidonar la escena, reconstruir el teatro de la vida.

Ha dicho que seguirá indagando,
Pero yo sé bien que no lo hará, y si lo hiciera,
dialogaría con otras mentes en blanco,
enojadas por haber desatado a los lobos en la noche.

Yo le digo que sí, que investigue.
Pero yo misma sé, muy en el fondo de mi búsqueda,
Que prefiero no tentar a los fantasmas,
Que prefiero no llamar a la muerte por su nombre.

lunes, 18 de julio de 2011



De la mañana se cuela un hilo de viento sur por la rendija de la puerta.
Es domingo y todo, salvo los peces del río, se mantiene latente,
un equilibrio frágil de los cuerpos que saben, que al moverse,
perderán el calor de las sábanas y serán arrojados al invierno.

Todo busca permanecer, sin cambio y agitación, a través de los años,
uno no se da cuenta que en el intento por perdurar,
un beso se diseca como el polvo de los huesos,
y el cuerpo comienza a morir por falta de fe.

Si la puerta no se abre las paredes se humedecen y la ropa tiene ese sabor a viejo,
a ropero cerrado, a viento estacionado.
Hace falta que el sur entre por la puerta a crear estalacmitas,
a formar laberintos de hielo,
a traer la muerte,
a disolver el miedo.